lunes, 7 de marzo de 2011

Recogiendo Romances

9. LAS GRANDES ENCUESTAS COLECTIVAS DEL PROYECTO DEAPHR, 1980-1984. VIII EL ARCHIVO DEL ROMANCERO RENACE COMO PATRIMONIO CULTURAL DE INTERÉS MUNDIAL.

"El objetivo de mi jornada era recorrer la pequeña parroquia de los «conqueiros» o los «tixileiros», constituida por cuatro aldeas, Sisterna, El Bao, Tablado y Corralín, repartidas entre dos concejos de la montaña asturiana, el de Ibias y el de Degaña. Los habitantes de esa pa¬rroquia deben su nombre a que, en tiempos pasados, se especializaron en la elaboración artesanal de cuencos, «tixelas» y otros utensilios de madera, que los varones salían a vender fuera de la montaña, dejando en soledad durante largos meses a las mujeres, quienes lo mismo arreglaban los asuntos judiciales, que araban los campos, dimían las castañas o cuidaban los ga¬nados sin ayuda de hombres. Los viajantes «conqueiros», como otros artesanos ambulantes, desarrollaron una jerga secreta con que entenderse entre sí cuando, echándose las «calichaldas» (alforjas) al hombro y con su «carrela» (carga que puede transportar una caballería), sa¬lían a ganarse sus «vechus, anudas y ousos» (reales, pesetas y duros), «caneando» (vendiendo) por tierras de «panochus, peirones, convises, cazurros y underetrancas» (asturianos, bercianos, gallegos, castellanos y aragoneses), jerga ésta que aún se precian de saber los «canusqueirus» que se dedican al comercio ambulante de tejidos, aunque hoy vayan motorizados en «galápagu» (automóvil). Por otra parte, el aislamiento en que quedaban las mujeres «conqueiras», res¬pecto a sus circunvecinos, se manifiesta en la enorme personalidad del dialecto de la parro¬quia, en el cual se superponen rasgos fonéticos tan gallegos como la caída de n entre ciertas vocales a un sistema de palatales asturiano-leonés muy singular. Pronunciaciones como «home ya o mudyer» ‘un hombre y una mujer’, «o escudieta tsia de teiti» ‘una escudilla llena de leche’, «o gatía tsueca» ‘una gallina clueca’ resultan tan exóticas a sus vecinos de habla ga¬llega del resto del concejo de Ibias como a sus vecinos de habla astur-leonesa de Cangas, Degaña, Laciana y La Fornela.

Llegados en nuestra expedición a El Bao, subimos hacia el ce¬menterio para, desde lo alto, contemplar, al otro lado del profundo valle del río Ibias, el corte hecho en la montaña por los mineros astures o galaicos al servicio de sus amos romanos —«a esos romanos no los alcancé yo (nos explicaría el socarrón tabernero de Sistema), pero a los moros sí, que me quemaron la casa en el ‘36»—; y también para rendir homenaje, aunque fuera a distancia, a una de las cuatro aldeas que tanto habían ocupado mi pasión de dialectólogo en los años 50: Corralín, abandonada recientemente por sus últimos vecinos y hoy cu¬bierta ya de malezas, no lejos de la mina"198.


Anselmo sentado en la puerta de su casa
En aquel último rincón del bable astur-leonés se produjo el más sorprendente hallazgo de la "Encuesta Norte-1980", tan rica en resultados.

"Fue ese mismo tabernero socarrón de Sisterna, uno de los antiguos vecinos de Corralín, quien nos recomendó entrevistar en El Bao a Domingo García, otro sobreviviente de la aldea muerta, que tenía fama de cantar romances. Desgraciadamente, Domingo estaba ausente, vendiendo género con su camioneta por los pueblos gallegos del Ibias; pero, frente a la puer¬ta de la casa, su padre Anselmo, de 93 años, sentado en un poyo, leía, sin gafas, una novela del Oeste. Muy sordo, nada entendía de nuestros propósitos, hasta que su hija, Benigna, se prestó a actuar de intérprete. Acababan de llegar al pueblo desde Oviedo para pasar el verano en la aldea. Anselmo, aunque su sordera y una respiración trabajosa hacían, de entrada, su dicción prácticamente indescifrable para nosotros, resultó ser, gracias a la amorosa colabora¬ción de su hija, un informante excepcional. Nada más comenzar la entrevista, nos dijo la pri¬mera versión recogida en Asturias de El Cid y el moro que reta a. Valencia:

¡Cómo se pasea el moro, el moro por la calzada!,

de cara mira a Sevilla, de cara mira a Granada,

de cara mira a Valencia que le dice más cercana:

—Oh Valencia, mi Valencia, oh Valencia valenciana,

que yo mañana a estas horas te ha de tener yo ganada;

y su hija que tiene ha de ser mi namorada

y su madre Filumena nos ha de hacer la cama

y a su padre don Diego lo he de arrastrar por la barba

... etc.

para, enseguida, al preguntarle por el romance de Belardo y Valdovinos, arrancarse con un re¬lato, en versos de indudable abolengo tradicional, enteramente desconocido. Mi nerviosismo era grande, pues, si en audición directa difícilmente captaba algunas palabras del texto musi¬tado p


or Anselmo, ¿cómo íbamos a poder después descifrar la cinta? Recurrimos al expediente de reoírlo allí mismo para que Benigna nos aclarase amablemente lo que su padre iba dicien¬do, acto que, una vez avezados a escuchar al viejo en la cinta, resultó ser superfluo, pues hoy podemos entender perfectamente todas sus versiones. El romance
desconocido decía así:
Caminaba Montesinos por una verde montaña,

con el fusilín al hombro como aquel que va de caza,

y encontrara un hombre muerto en par de una verde faya.

No conoce el caballero por mucho que lo repara,

que le conturban la vista las cintas de la [c]elada.

Le levantó el sombrero y le descubrió la cara.

—¡Oh mi amigo Montesinos, mal nos fue en esta batalla,

que mataron a Guarín, capitán de nuestra escuadra!

Me sacas el corazón por la más pequeña llaga,

lo llevas al Paraíso, a donde Guillerma estaba.—199".

Súbitamente, en la versión del romance de Durandarte envía su corazón a Belerma de Anselmo García, al llegar a este punto, se produce un brusco cambio, no sólo de escenario, sino de pers¬pectiva: dejamos de asistir a cómo Montesinos recibe la manda testamentaria de Durandarte, para hallarnos ante Belerma que espera noticias de su amado y ve llegar a Montesinos portador del co¬razón de su amado muerto:

Guillerma estaba en Paraíso de doncellas enrodeada.

_¡Ay triste de mí, cautiva, ay triste de mí, cautada,

ay triste de mí, aburrida, algún mal se me acercaba;

ahí viene Montesinos embozado en una capa!

— Lo primero que pregunta: —Tu primo ¿cómo quedaba?—

—Mi primo quedaba bueno, mi primo bueno quedaba,

mi primo quedaba muerto, en par de una verde faya.


Aquí traigo el corazón, yo mismo ye le sacara,

y al mismo tiempo te traigo esta siguiente palabra:

Que el que muerto te lo umbia, vivo no te lo negara.—

Al oír esta palabra, Guillerma cae desmayada.

Ni con vino ni con agua no fueron a recordarla.

"¿Cabe idear —me preguntaba yo tras el «milagroso» hallazgo 200— un caso más extremo de último eslabón de una cadena de portadores de un acervo tradicional?". Y, sin embargo, pron¬to pude comprobar que ni la muerte de Corralín, como poblado, ni la del señor Anselmo, como memoria viva del pasado, iban a significar la del tema caballeresco medieval de Durandarte en¬vía su corazón a Belerma, de cuyos ideales obsoletos hacían ya burla en el s. XVII Cervantes y Góngora penetrados de un talante anti-heroico y anti-romántico. No sólo el hijo de Anselmo, Domingo, seguiría siendo cantor del romance 201, sino que otras versiones análogas a la oída aquel 29 de Junio serían, entonces y años después, recogidas en otras aldeas "conqueiras" 202; por otra parte, el mismo romance, aunque con forma muy diversa, resultó ser parte del repertorio antiguo y actual de los gitanos bajo-andaluces. "Hallazgo de una poesía marginada" es como lle¬garía a titular, en años inmediatos, el estudio del romance descubierto en 1980 203. En ese estu¬dio comprobé algo aún más sorprendente quizá que el hecho de que los cantores expatriados de Corralín, como los judíos salidos de España en 1492, al haber perdido el solar en que nacieron se esforzaran por conservar su identidad como "nación" (como grupo humano distinguible de los demás) aferrándose al recuerdo de su cultura tradicional 204: la mediación en la transmisión del romance tradicional de Oh Belerma, oh Belerma desde el s. XV a la tradición marginal de conqueiros y gitanos de las recreaciones del tema medieval debidas a poetas de tercera línea y a antologistas del romancero de los siglos XVI y XVII205.

El hallazgo del romance de Montesinos y Belerma no fue un hecho aislado. Como destacó J. Antonio Cid en su estudio de "El romancero tradicional en Asturias" (1991)206,

Hoy también se siguen recogiendo romances y cantares, este verano nos visitaba en El Bao nuestro amigo Ambas, se llevó varias grabaciones, esperemos que algún día vean la luz.
 
 
Ambas grabando a Binina en su casa de El Bao